miércoles, 30 de mayo de 2012

Escapando de un choque


¿Que me está pasando?
Me estoy cegando,
negando esta realidad
tratando de crear mi propia verdad
Transformando esto en mi propia realidad
escapando de este mundo irreal
al que todos llaman vida
Evitando los caminos
cortando camino escalando las cordilleras
Llevando en la espalda lo que debería dejar en el camino
sin olvidar ni resguardar
Estoy destruyendo mi destino
que creo que creo,
que pienso que destruyo
mientras me cubro con una venda
La venta se hizo
la compra también
y no se por qué aun suscito
cada vez que escucho el grito
De lo que encerré
Del maniático que creé
¿Por qué? No sé
al menos alguien tenia que tener la culpa, ¿verdad?
Para escaparme de ¿quien?
De todos
¿quien todos?
mis problemas y toda esa mierda que solo me atormenta
De esta conciencia consiente,
candente, viviente
Tratando de recrear una base resistente
destruyendo todo lo decadente
Escupiendo sobre estos recuerdos,
construyendo nuevos testamentos,
comprando nuevos ministros
para que administren los registros
Hablando en primera persona
acelerando a tercera
sin pasar por segunda
soltando el embrague, deteniendo el progreso
Recurriendo al retroceso inevitable
Chocando con el pasado
Reclamando al atrasado
Penetrando en su descaro
Negación al pago
del cargo cometido y cumplido
Negación a la culpa
de lo merecido por el testigo
Enumerando los decimales
confundidos con los numerales
mirándolo a los ojos
pagando más de la cuenta
Y sin darme cuenta
de la deuda incompleta
y grotesca
que poco a poco encesta
Recorriendo mis pasos,
removiendo los retazos
que rompí previamente
recurriendo al volante
y escapando en mi transporte andante.



Poemario: Irrelevancias cotidianas


domingo, 27 de mayo de 2012

Noche Estrellada


Estás en una noche oscura y lo único que puedes oír es el soplar de viento, las gotas de lluvia que caen sobre tu piel, las que salen de tus ojos al recordar a la única persona que te hizo feliz y que no llegaste amar. Ves sombras pasar, lo ves, ves su silueta, volteas, te vas, regresas buscas, no encuentras, se fue. ¿A dónde se fue el amor? ¿A donde se llevó mi corazón? Amor vuelve te extraño, abrázame.

Lo conocí dos días antes de mi cumpleaños, dos días antes de los exámenes finales. En una fiesta, Dios sabe donde. Me lo presentó una amiga que lo conocía ya de mucho tiempo atrás. Sabía esto porque siempre me hablaba de él, que tenía ojos lindos, que tenía ‘six pack’ (estaba en lo cierto), que era hablador, buena gente, pero que sobretodo solo eran amigos, nada más que amigos, yo solo asentía y pretendía creerle ‘si claro’ le decía y… cuando lo vi no me quedó duda alguna que nunca estaría con una persona como él. De ninguna manera, estaría con un chico de gorra, con un ‘skate’ bajo el brazo, con shorts de Billabong, el pelo descolorido por el agua de mar, largo hasta los hombros y con una mochila colgando de ellos… aunque debo admitir que ahora me parece irresistible. Pero en ese momento, sólo pensaba que me quedaba todo el verano para poder encontrar un amor veraniego  para divertirme y disfrutar de la juventud porque no es un don eterno.
Junté un grupo de amigos y nos fuimos directamente a Larcomar para relajarnos por un momento efímero, donde nos pudiéramos olvidar de los problemas y dificultades para poder disfrutar de aquella noche estrellada en el malecón que nos pareció interminable a todos y a cada uno de nosotros. Entre los chicos que montaban ‘skate’, los que corrían tabla, y las chicas (mis amigas) que trajimos de la fiesta, éramos un total de 11 personas. Hicimos una fogata, compramos gaseosas entre otras cosas y poco a poco mientras pasaban las horas, se iban formando parejas. Decidí apartarme junto con Diego el mejor amigo de Adrián, lo que lamentablemente descubrí después de decirle que sí esa misma noche estrellada. Él era rubio y tenía los ojos de mi color favorito, turquesa. Tal vez por eso rechacé las indirectas de Adrián aquella noche, afortunadamente.
A las tres de la madrugada, se fueron casi todas las parejitas de la mano, mis amigas se esfumaron con el humo de sus cigarrillos, yo no me apuré porque sabía que de todas formas ya estaba castigada. Recuerdo que siempre decía todo el tiempo ‘Si voy a hacer algo lo hago bien o no lo hago, si ya estoy tarde no hay ninguna diferencia en que llegue aún más tarde’. Diego se tuvo que ir a eso de las cuatro y media. Decidí quedarme al costado de la fogata mientras se extinguía con el amanecer del día que se convertiría en noche estrellándose con el cielo y las nubes, como siempre.
De pronto vino Adrián y se sentó a mi costado, hablamos  hasta que vimos el sol salir. Él estaba tan sorprendido como yo, después de haber hablado tanto tiempo, había algo especial, algo único, que no hubiéramos sido capaces de descubrir si hubiéramos decidido pasar esa noche juntos. Desde ese momento decidí que él sería uno de mis mejores amigos. Pero nunca supe el gran impacto que llegaría a tener en mí.
Me encantaba caminar por los barrios de Miraflores por la madrugada, me encanta ver a los edificios, grandes monstruos con un aspecto amenazante, dormidos como si no estuvieran vivos. Adrián me acompañó a casa y luego me indicó que vivía a la vuelta.
- Vendré a visitarte, no lo dudes, cuando menos los esperes estaré aquí en tu parque, en este lugar – me  dijo después de darme un beso en la frente.

Antes de abrir la puerta traté de fijarme la hora en mi celular, lo busqué en mi bolso, en mis bolsillos, no estaban, lo había perdido. Estaba tan cansada que no sabía si lo había dejado en el taxi o peor aún, en el malecón. Me tragué las angustias y me armé de valor para abrir la puerta de mi casa porque sabía que mi mamá estaría esperándome en el sofá. Cuando entré lo primero que vi, fue el reloj y la blancas, suaves cortinas con transparencias  por la cuales empezaba a filtrar el sol. ¡Eran las 8am! Ahh… si claro después me fijé en mi hermano mayor y en mi mamá sentada en el sofá. Exactamente como lo predije. Intenté ir a mi cuarto para poder descansar aunque sea un poco, pero me jalaron y me sentaron a la fuerza en uno de los sillones. Nadie decía nada, todo estaba en silencio.
- ¿Y ahora que? – dije desafiantemente.
- Ahora, ¿Qué? – Dijo mi mama – Ahora, ¡mocosa estúpida nos vas a decir a donde fuiste y porque hueles a mierda!
- Por mí, me pueden lanzar todo. Váyanse todos a la conchesumare carajo.
Después de eso no recuerdo casi nada, solo las voces, los ecos, la voz de Adrián y el color de los ojos de Diego. El golpe que recibí en la cabeza fue tan duro que perdí la conciencia por más de 5 horas, desperté en el mismo lugar. Preferiría haber estado en el infierno que  delante de aquella presencia; mi padre, mi ángel, que se transformó en un arcángel poseído por Dios para matar al demonio. Sabía perfectamente porque estaban aquí, esa era como la octava vez que me escapaba para ir a una fiesta y para pasar los mejores momentos de mi  vida. Aquellas fiestas salvajes, llenas de frenesí y descontrol, que me dejaban escapar de esta absurda realidad, que me dejaban entrar en un sueño profundo del que dolía despertarse y caer en esta realidad tan bastarda a la mañana siguiente.

-‘Hackeamos’ tu cuenta de Facebook y sabemos todas las cosas que has hecho, los lugares, la gente que conoces, lo sabemos todo. – Dijo mi papá – ¿A dónde te fuiste ayer?
- No sé, tu sabrás – repliqué con indiferencia.
- ¿Quién es esa chica llamada Fiorella con la que siempre vas a todos lados? – dijo mi mamá.
- Ella es una amiga… muy cercana, divertida, entusiasta y con la que comparto los momentos más felices de mi vida.
- ¡Ella es la que se levanta a todo el mundo! ¿No te da vergüenza andar con una chica así? – dijo mi mamá.
- Eso me consta hija de p…
- Vayamos al tema y dejen de pelear y empiecen a hablar y a escuchar como personas civilizadas – dijo mi hermano Daniel.
Llegaron a la conclusión de que estaría castigada por todo el verano, que no se me permitiría ningún contacto humano incluyendo amigos y familiares,  ni el acceso a  internet, libros, TV, y menos fiestas, eventos sociales, y finalmente una vida.

Mi libertad, mi sensibilidad y mis opiniones fueron abolidas. Sentía que el mundo se caía sobre mi, aplastándome, sentí que me quitaba el aire, que cada vez que exhalaba expulsaba la compasión, el perdón y que por puro instinto y necesidad de sobrevivir inhalaba rencor, odio  y venganza. Rompí en llanto, por más que no quisiera aceptarlo pero de nada valía. Mi padre me miró de arriba hacia abajo y me levantó del suelo aplicando presión sobre mis hombros, mientras lo hacía dijo ‘Si me entero de que algo así vuelve  a pasar, olvídate de tus estudios, olvídate de tu carrera, olvídate de tu futuro’
Luego me soltó bruscamente. Sabía que no vería a nadie más, tuve que terminar con Diego sin una razón válida. Nunca más volvimos a hablar

Los días pasaron, el verano se hiso más largo, los pensamientos más locos y las sensaciones y dolores más profundas. Recuerdo que la primera vez que e dejaron salir de mi cuarto me llevaron al psicólogo, y este dijo que si mis padres seguían manteniéndome en ese estado, podría desarrollar alguna patología cínica con secuelas debido a la depresión y a la soledad. Pero por alguna razón mientras contaba las horas de cada día que pasaban, más calmada me sentía, sentada mirando la luz pasar a través  de aquellas transparentes cortinas blancas, sentía algo que me acariciaba el alma. Después de unas semanas mis papás decidieron dejar que salga al parque a leer o a pasear a mi perrita. En la semana número dos, decidieron que podría continuar mis clases de Chino Mandarín. Mis padres me lo habían quitado todo, solo me quedaba un fajo de billetes que siempre guardaba en algún lugar secreto de mi habitación.  Mis clases estaban un poco lejos, ya no tenía chofer así que decidí ir caminando. Pero al diablo, aquellos momentos fuera de casa, aquellos momentos en donde podía ser libre eran los más hermosos. Era como poder ver la luz que atravesaba mis cortinas claramente alumbrándome.
Un día salí y lo encontré, corrí hacia él. No había visto a ningún amigo en un mes y medio.  Adrián fue como dice esa frase común, como la luz al final del camino, como el suspiro que necesitas después de nacer para sobrevivir.
- Te dije que estaría aquí, ¿Por qué te demoraste tanto en venir? – dijo abrazándome. Intenté hablar pero me interrumpió – Me enteré lo de Diego, el pata está ‘asadaso’. No entiende porque terminaste con él.
-Cosas, cosas de la vida – dije y luego me reí.
- Pero que le faltó, que hizo que ya no quisieras estar con él – dijo en un tono serio. Intenté no mirarlo, preferí no responder – Te extrañé
- Yo también, me hiciste falta chico de gorra – dije.
- Y tu… chica perdida que se olvida de sus amigos. – Seguimos hablando todo el día, me acompañó a mis clases, vino a recogerme y nos fuimos juntos.

Seguimos encontrándonos en secreto todos los días, aquel verano fue infinito. Mis miserables 14 años los disfrazaba en un maquillaje de 15,  en una conversación interesante de 16, para estar a la altura de sus próximos 18.  Me sentía libre cuando me sostenía en sus brazos, me sentía segura y pura. Toda la culpa, la vergüenza, el rencor, dolor, y los llantos se iban cuando él tocaba mis manos y besaba mi frente. Él fue el amor más inocente que he tenido. Un día mientras estábamos mirando el sol ocultarse de nosotros, como aquel día en el malecón que lo vimos nacer, él estaba abrazándome.
- ¿Te acuerdas cuando vimos el sol salir? – Me dijo en el oído, yo asentí – nunca pensé que conocería a una chica como tú, nunca pensé que… –- me di la vuelta para mirarlo a los ojos y besó mis labios. Lo peor de todo es que no lo detuve, lo miré confundida y solté una risa nerviosa. ¿Qué estaba pasando? No entendía, y él solo sonreía. Me separé y me fui corriendo tratando de no mirar atrás cuando mientras me iba me preguntó ‘¿Quieres estar con migo?’. Me fui tratando de sostener mis lágrimas, como quien se escapa de un pasado, de la realidad, de un futuro. Mi mejor amigo se enamoró de mí,  él era todo para mí, su amistad lo era todo, ese beso probablemente terminó la nuestra.
Lo evité por varios días, hasta que inevitablemente tuve que hablar con él, estaba segura de que probablemente lo había reconsiderado y tal vez pensaba retractarse. Lo vi, él estaba montando ‘skate’ en Larcomar, me vio y se me acercó. Caminamos un poco, se despidió de sus amigos. ‘Te quiero y no dejaré de hacerlo’ me dijo en voz baja. No sabía que hacer, si decirle que no, que sí o evadir la situación. ‘Lo siento no puedo’ fueron las palabras que no llegué a pronunciar debido a un repentino beso que me paralizó y que estremeció cada centímetro inseguro de mi cuerpo. Me llevó a casa y dejó con un beso en la puerta. Al atravesarla no tenía duda alguna que lo quería, lo quería con todo con que una niña de 14 años puede.
Nuestro ritmo continuo de visitas volvió  a la normalidad. Lo quería, él me quería, íbamos juntos a la playa, a Larco de la mano. Siempre juntos.
Lo pensé muchas veces hasta que decidí decirle que sí quería estar con él. Decidí decírselo cuando en otra ocasión me estaba acompañando a casa
- Adrián, quiero estar contigo – él paro de caminar, me miró a los ojos con una mirada confundida y fría. Esta vez era él, el que se veía confundido e indeciso. Hubo un silencio incómodo hasta que él habló
 -¿Sabes lo que me puede pasar si estoy contigo? Me parece que no estás midiendo las consecuencias. –  Estaba helada – Es que tu eres… Um… ¿Qué te parece si hablamos de esto otro día? – No dije nada – ¿Que vas a hacer por el 14 amor?
-Nada creo….
- Okey, perfecto ese día pasaré por tu casa a las 6
Faltaba una semana para el 14, siete días que no lo vería. Pensaba que por lo menos tendría tiempo de pensar. Y así fue, ese día falté a unas clases de baile, pero no le dije nada al respecto. Caminamos juntos por Roca y Bologna, Atravesamos república de Panamá, caminamos, pasamos por Angamos y caminamos por toda la Arequipa, hasta llegar al parque Kennedy. Las luces los carros, las fiestas, los bares, el humo, la gente el calor y los semáforos, no delimitaban fronteras cuando estaba con él. No me compró una flor, no me dio globos, era perfecto. Nunca solos siempre juntos, agarrados del corazón. Bajamos la bajada Balta, terminamos en la playa. Debido a nuestra creatividad cero, no éramos los únicos en la playa. Nos sentamos en las piedras que remplazaban la arena, recostando nuestras espaldas en un troco varado, traído por la marea.
- Ven siéntate aquí – me dijo - ¿Sabes? Lo he estado pensando mucho. Y verdaderamente te amo – mis ojos se llenaron de alegría que se transformaron en lágrimas, al saber que él también me quería. Tal vez nunca debí ignorar que me dijo te amo, porque en ese momento lo interpreté como un simple te quiero.
- ¿Quieres ser mi enamorada? Por hoy y por siempre  –  me dijo, salte en sus brazos lo abrasé y dormimos recostando nuestras cabezas.
- ¿Hay mucha gente, no crees? Debí pensar en un lugar más original – me dijo
- Lo sé, debiste ser más original – me miró seriamente y me eché a reír – pero cuando estoy contigo todo desaparece, y solo existes tú.
Me confesó muchas cosas, que nunca había sido tan cursi con una chica en su vida, que nunca había estado tan acaramelado.
- ¿Que me has hecho para quererte tanto?, cada vez que me besas haces que todo me de vueltas – yo lo  miraba incrédula, escuchando las olas bajo la lúgubre luz de las estrellas – te amo, ¿me amas?

Nunca fui una persona que demostrara sus emociones libremente. Pensaba que el amor te hacía más vulnerable y débil. Que el amor era un punto débil más y fácil de atacar, que el amor era una enfermedad. No pensaba decir te amo, nunca en mi vida hasta encontrar al ‘indicado’. Pero nunca olvidaré aquel 14 de febrero, los días siguientes a ese fueron gloriosos, felices hasta que llegó el día oscuro. Recibí un llamado de su celular, pero la voz que yo esperaba escuchar había cambiado. Algo no sonaba bien, no era su voz.
- Entraron como 5 en su casa, él estaba durmiendo. No tomó mucho tiempo para que lo mataran con un disparo en la cabeza. El turco traficaba marihuana, movió algunas cartas equivocadamente y lo torcieron – dijo una voz rara al otro lado de la línea.

Lo mataron, se fue, no está. Dos meses después ni las lágrimas ni los sollozos igualan al dolor que llevo dentro. Al dolor que cargo y no suelto porque no puedo, porque no quiero. Por él, porque lo perdí y se llevó mi alma con él. Está conmigo, yo con él ¿no? Al menos eso quiero creer. Yo lo sé, porque me habla, porque lo siento, me besa por las noches y me dice que me quiere. A veces lo veo, pero nunca me responde, me da señales pero no me da respuestas. 

No me había atrevido a ir al parque, al mismo lugar en donde siempre nos encontrábamos y cuando finalmente lo hice bajo una noche oscura lo vi, estaba frente mío mirándome.
- Te he estado esperando todas las noches, exactamente aquí, donde estoy parado. Todos los días, bajo la lluvia, las estrellas, en el viento frío y helado – me dijo con lágrimas cayendo de sus ojos por sus mejillas, de sus ojos negros y profundos.
- TE AMO. ¿No lo entiendes? – Dijo desesperadamente – Mírame, dime algo, ¿me escuchas?, amor… habla por favor.
- Me dejaste, te fuiste, estás muerto. Te siento, no te tengo, te necesitaba, te necesito. ¿Por qué te fuiste? ¿Estás? Te veo pero no estás, eres falso. Nunca me contaste que traficabas droga. Hipócrita de mierda, ¿porque te fuiste. ¡Yo te quería!
-Yo te amo – dijo sonriendo
- Pero… - dije llorando
-Pero nada, te amo y siempre te amaré. Siempre será así. No llores amor, yo siempre estaré aquí dentro de ti, estaré cuidándote y siempre te daré el beso de las buenas noches. ¿Me amas? – No respondí

Su mirada se filtró por mis ojos y se instaló en mi esencia. Frio. Es lo que sentí de repente un rayo de luz lúgubre iluminó mi cuerpo. Equivocación. Iluminó el suyo, se lo llevaba, ahí en frente mío ante mis ojos. Se lo llevaba junto con mi alma, con un pedazo de mí, con dolor, emoción, mi corazón y la oportunidad de decirle ‘Te amo’