Estás en una
noche oscura y lo único que puedes oír es el soplar de viento, las gotas de
lluvia que caen sobre tu piel, las que salen de tus ojos al recordar a la única
persona que te hizo feliz y que no llegaste amar. Ves
sombras pasar, lo ves, ves su silueta, volteas, te vas, regresas buscas, no
encuentras, se fue. ¿A dónde se fue el amor? ¿A donde se llevó mi corazón? Amor
vuelve te extraño, abrázame.
Lo
conocí dos días antes de mi cumpleaños, dos días antes de los exámenes finales.
En una fiesta, Dios sabe donde. Me lo presentó una amiga que lo conocía ya de
mucho tiempo atrás. Sabía esto porque siempre me hablaba de él, que tenía ojos
lindos, que tenía ‘six pack’ (estaba en lo cierto), que era hablador, buena
gente, pero que sobretodo solo eran amigos, nada más que amigos, yo solo
asentía y pretendía creerle ‘si claro’ le decía y… cuando lo vi no me quedó
duda alguna que nunca estaría con una persona como él. De ninguna manera,
estaría con un chico de gorra, con un ‘skate’ bajo el brazo, con shorts de
Billabong, el pelo descolorido por el agua de mar, largo hasta los hombros y
con una mochila colgando de ellos… aunque debo admitir que ahora me parece
irresistible. Pero en ese momento, sólo pensaba que me quedaba todo el verano
para poder encontrar un amor veraniego para
divertirme y disfrutar de la juventud porque no es un don eterno.
Junté un grupo de amigos y nos fuimos directamente a Larcomar para relajarnos
por un momento efímero, donde nos pudiéramos olvidar de los problemas y
dificultades para poder disfrutar de aquella noche estrellada en el malecón que
nos pareció interminable a todos y a cada uno de nosotros. Entre los chicos que
montaban ‘skate’, los que corrían tabla, y las chicas (mis amigas) que trajimos
de la fiesta, éramos un total de 11 personas. Hicimos una fogata, compramos
gaseosas entre otras cosas y poco a poco mientras pasaban las horas, se iban
formando parejas. Decidí apartarme junto con Diego el mejor amigo de Adrián, lo
que lamentablemente descubrí después de decirle que sí esa misma noche
estrellada. Él era rubio y tenía los ojos de mi color favorito, turquesa. Tal
vez por eso rechacé las indirectas de Adrián aquella noche, afortunadamente.
A las tres de la madrugada, se fueron casi todas las parejitas de la mano, mis
amigas se esfumaron con el humo de sus cigarrillos, yo no me apuré porque sabía
que de todas formas ya estaba castigada. Recuerdo que siempre decía todo el
tiempo ‘Si voy a hacer algo lo hago bien o no lo hago, si ya estoy tarde no hay
ninguna diferencia en que llegue aún más tarde’. Diego se tuvo que ir a eso de
las cuatro y media. Decidí quedarme al costado de la fogata mientras se
extinguía con el amanecer del día que se convertiría en noche estrellándose con
el cielo y las nubes, como siempre.
De pronto vino Adrián y se sentó a mi costado, hablamos hasta que vimos el sol salir. Él estaba tan
sorprendido como yo, después de haber hablado tanto tiempo, había algo
especial, algo único, que no hubiéramos sido capaces de descubrir si hubiéramos
decidido pasar esa noche juntos. Desde ese momento decidí que él sería uno de
mis mejores amigos. Pero nunca supe el gran impacto que llegaría a tener en mí.
Me encantaba caminar por los barrios de Miraflores por la madrugada, me encanta
ver a los edificios, grandes monstruos con un aspecto amenazante, dormidos como
si no estuvieran vivos. Adrián me acompañó a casa y luego me indicó que vivía a
la vuelta.
- Vendré a visitarte, no lo dudes, cuando menos los esperes estaré aquí en tu
parque, en este lugar – me dijo después
de darme un beso en la frente.
Antes
de abrir la puerta traté de fijarme la hora en mi celular, lo busqué en mi
bolso, en mis bolsillos, no estaban, lo había perdido. Estaba tan cansada que
no sabía si lo había dejado en el taxi o peor aún, en el malecón. Me tragué las
angustias y me armé de valor para abrir la puerta de mi casa porque sabía que
mi mamá estaría esperándome en el sofá. Cuando entré lo primero que vi, fue el
reloj y la blancas, suaves cortinas con transparencias por la cuales empezaba a filtrar el sol.
¡Eran las 8am! Ahh… si claro después me fijé en mi hermano mayor y en mi mamá
sentada en el sofá. Exactamente como lo predije. Intenté ir a mi cuarto para
poder descansar aunque sea un poco, pero me jalaron y me sentaron a la fuerza
en uno de los sillones. Nadie decía nada, todo estaba en silencio.
- ¿Y ahora que? – dije desafiantemente.
- Ahora, ¿Qué? – Dijo mi mama – Ahora, ¡mocosa estúpida nos vas a decir a donde
fuiste y porque hueles a mierda!
- Por mí, me pueden lanzar todo. Váyanse todos a la conchesumare carajo.
Después de eso no recuerdo casi nada, solo las voces, los ecos, la voz de
Adrián y el color de los ojos de Diego. El golpe que recibí en la cabeza fue
tan duro que perdí la conciencia por más de 5 horas, desperté en el mismo
lugar. Preferiría haber estado en el infierno que delante de aquella presencia; mi padre, mi
ángel, que se transformó en un arcángel poseído por Dios para matar al demonio.
Sabía perfectamente porque estaban aquí, esa era como la octava vez que me
escapaba para ir a una fiesta y para pasar los mejores momentos de mi vida. Aquellas fiestas salvajes, llenas de
frenesí y descontrol, que me dejaban escapar de esta absurda realidad, que me
dejaban entrar en un sueño profundo del que dolía despertarse y caer en esta
realidad tan bastarda a la mañana siguiente.
-‘Hackeamos’
tu cuenta de Facebook y sabemos todas las cosas que has hecho, los lugares, la
gente que conoces, lo sabemos todo. – Dijo mi papá – ¿A dónde te fuiste ayer?
- No sé, tu sabrás – repliqué con indiferencia.
- ¿Quién es esa chica llamada Fiorella con la que siempre vas a todos lados? –
dijo mi mamá.
- Ella es una amiga… muy cercana, divertida, entusiasta y con la que comparto
los momentos más felices de mi vida.
- ¡Ella es la que se levanta a todo el mundo! ¿No te da vergüenza andar con una
chica así? – dijo mi mamá.
- Eso me consta hija de p…
- Vayamos al tema y dejen de pelear y empiecen a hablar y a escuchar como
personas civilizadas – dijo mi hermano Daniel.
Llegaron a la conclusión de que estaría castigada por todo el verano, que no se
me permitiría ningún contacto humano incluyendo amigos y familiares, ni el acceso a internet, libros, TV, y menos fiestas,
eventos sociales, y finalmente una vida.
Mi
libertad, mi sensibilidad y mis opiniones fueron abolidas. Sentía que el mundo
se caía sobre mi, aplastándome, sentí que me quitaba el aire, que cada vez que
exhalaba expulsaba la compasión, el perdón y que por puro instinto y necesidad
de sobrevivir inhalaba rencor, odio y
venganza. Rompí en llanto, por más que no quisiera aceptarlo pero de nada
valía. Mi padre me miró de arriba hacia abajo y me levantó del suelo aplicando
presión sobre mis hombros, mientras lo hacía dijo ‘Si me entero de que algo así
vuelve a pasar, olvídate de tus
estudios, olvídate de tu carrera, olvídate de tu futuro’
Luego me soltó bruscamente. Sabía que no vería a nadie más, tuve que terminar
con Diego sin una razón válida. Nunca más volvimos a hablar
Los
días pasaron, el verano se hiso más largo, los pensamientos más locos y las
sensaciones y dolores más profundas. Recuerdo que la primera vez que e dejaron
salir de mi cuarto me llevaron al psicólogo, y este dijo que si mis padres
seguían manteniéndome en ese estado, podría desarrollar alguna patología cínica
con secuelas debido a la depresión y a la soledad. Pero por alguna razón
mientras contaba las horas de cada día que pasaban, más calmada me sentía,
sentada mirando la luz pasar a través de
aquellas transparentes cortinas blancas, sentía algo que me acariciaba el alma.
Después de unas semanas mis papás decidieron dejar que salga al parque a leer o
a pasear a mi perrita. En la semana número dos, decidieron que podría continuar
mis clases de Chino Mandarín. Mis padres me lo habían quitado todo, solo me
quedaba un fajo de billetes que siempre guardaba en algún lugar secreto de mi
habitación. Mis clases estaban un poco
lejos, ya no tenía chofer así que decidí ir caminando. Pero al diablo, aquellos
momentos fuera de casa, aquellos momentos en donde podía ser libre eran los más
hermosos. Era como poder ver la luz que atravesaba mis cortinas claramente
alumbrándome.
Un día salí y lo encontré, corrí hacia él. No había visto a ningún amigo en un
mes y medio. Adrián fue como dice esa
frase común, como la luz al final del camino, como el suspiro que necesitas
después de nacer para sobrevivir.
- Te dije que estaría aquí, ¿Por qué te demoraste tanto en venir? – dijo
abrazándome. Intenté hablar pero me interrumpió – Me enteré lo de Diego, el
pata está ‘asadaso’. No entiende porque terminaste con él.
-Cosas, cosas de la vida – dije y luego me reí.
- Pero que le faltó, que hizo que ya no quisieras estar con él – dijo en un
tono serio. Intenté no mirarlo, preferí no responder – Te extrañé
- Yo también, me hiciste falta chico de gorra – dije.
- Y tu… chica perdida que se olvida de sus amigos. – Seguimos hablando todo el
día, me acompañó a mis clases, vino a recogerme y nos fuimos juntos.
Seguimos
encontrándonos en secreto todos los días, aquel verano fue infinito. Mis
miserables 14 años los disfrazaba en un maquillaje de 15, en una conversación interesante de 16, para
estar a la altura de sus próximos 18. Me
sentía libre cuando me sostenía en sus brazos, me sentía segura y pura. Toda la
culpa, la vergüenza, el rencor, dolor, y los llantos se iban cuando él tocaba
mis manos y besaba mi frente. Él fue el amor más inocente que he tenido. Un día mientras estábamos mirando el sol ocultarse de
nosotros, como aquel día en el malecón que lo vimos nacer, él estaba
abrazándome.
- ¿Te acuerdas cuando vimos el sol salir? – Me dijo en el oído, yo asentí –
nunca pensé que conocería a una chica como tú, nunca pensé que… –- me di la
vuelta para mirarlo a los ojos y besó mis labios. Lo peor de todo es que no lo
detuve, lo miré confundida y solté una risa nerviosa. ¿Qué estaba pasando? No
entendía, y él solo sonreía. Me separé y me fui corriendo tratando de no mirar atrás
cuando mientras me iba me preguntó ‘¿Quieres estar con migo?’. Me fui tratando
de sostener mis lágrimas, como quien se escapa de un pasado, de la realidad, de
un futuro. Mi mejor amigo se enamoró de mí,
él era todo para mí, su amistad lo era todo, ese beso probablemente
terminó la nuestra.
Lo evité por varios días, hasta que inevitablemente tuve que hablar con él,
estaba segura de que probablemente lo había reconsiderado y tal vez pensaba
retractarse. Lo vi, él estaba montando ‘skate’ en Larcomar, me vio y se me
acercó. Caminamos un poco, se despidió de sus amigos. ‘Te quiero y no dejaré de
hacerlo’ me dijo en voz baja. No sabía que hacer, si decirle que no, que sí o
evadir la situación. ‘Lo siento no puedo’ fueron las palabras que no llegué a
pronunciar debido a un repentino beso que me paralizó y que estremeció cada
centímetro inseguro de mi cuerpo. Me llevó a casa y dejó con un beso en la
puerta. Al atravesarla no tenía duda alguna que lo quería, lo quería con todo
con que una niña de 14 años puede.
Nuestro ritmo continuo de visitas volvió
a la normalidad. Lo quería, él me quería, íbamos juntos a la playa, a
Larco de la mano. Siempre juntos.
Lo pensé muchas veces hasta que decidí decirle que sí quería estar con él. Decidí
decírselo cuando en otra ocasión me estaba acompañando a casa
- Adrián, quiero estar contigo – él paro de caminar, me miró a los ojos con una
mirada confundida y fría. Esta vez era él, el que se veía confundido e
indeciso. Hubo un silencio incómodo hasta que él habló
-¿Sabes lo que me puede pasar si estoy
contigo? Me parece que no estás midiendo las consecuencias. – Estaba helada – Es que tu eres… Um… ¿Qué te
parece si hablamos de esto otro día? – No dije nada – ¿Que vas a hacer por el
14 amor?
-Nada creo….
- Okey, perfecto ese día pasaré por tu casa a las 6
Faltaba una semana para el 14, siete días que no lo vería. Pensaba que por lo
menos tendría tiempo de pensar. Y así fue, ese día falté a unas clases de
baile, pero no le dije nada al respecto. Caminamos juntos por Roca y Bologna,
Atravesamos república de Panamá, caminamos, pasamos por Angamos y caminamos por
toda la Arequipa, hasta llegar al parque Kennedy. Las luces los carros, las
fiestas, los bares, el humo, la gente el calor y los semáforos, no delimitaban
fronteras cuando estaba con él. No me compró una flor, no me dio globos, era
perfecto. Nunca solos siempre juntos, agarrados del corazón. Bajamos la bajada
Balta, terminamos en la playa. Debido a nuestra creatividad cero, no éramos los
únicos en la playa. Nos sentamos en las piedras que remplazaban la arena,
recostando nuestras espaldas en un troco varado, traído por la marea.
- Ven siéntate aquí – me dijo - ¿Sabes? Lo he estado pensando mucho. Y
verdaderamente te amo – mis ojos se llenaron de alegría que se transformaron en
lágrimas, al saber que él también me quería. Tal vez nunca debí ignorar que me
dijo te amo, porque en ese momento lo interpreté como un simple te quiero.
- ¿Quieres ser mi enamorada? Por hoy y por siempre – me
dijo, salte en sus brazos lo abrasé y dormimos recostando nuestras cabezas.
- ¿Hay mucha gente, no crees? Debí pensar en un lugar más original – me dijo
- Lo sé, debiste ser más original – me miró seriamente y me eché a reír – pero
cuando estoy contigo todo desaparece, y solo existes tú.
Me confesó
muchas cosas, que nunca había sido tan cursi con una chica en su vida, que
nunca había estado tan acaramelado.
- ¿Que me has hecho para quererte tanto?, cada vez que me besas haces que todo
me de vueltas – yo lo miraba incrédula,
escuchando las olas bajo la lúgubre luz de las estrellas – te amo, ¿me amas?
Nunca fui una
persona que demostrara sus emociones libremente. Pensaba que el amor te hacía
más vulnerable y débil. Que el amor era un punto débil más y fácil de atacar,
que el amor era una enfermedad. No pensaba decir te amo, nunca en mi vida hasta
encontrar al ‘indicado’. Pero nunca olvidaré aquel 14 de febrero, los días
siguientes a ese fueron gloriosos, felices hasta que llegó el día oscuro.
Recibí un llamado de su celular, pero la voz que yo esperaba escuchar había
cambiado. Algo no sonaba bien, no era su voz.
- Entraron como 5 en su casa, él estaba durmiendo. No tomó mucho tiempo para
que lo mataran con un disparo en la cabeza. El turco traficaba marihuana, movió
algunas cartas equivocadamente y lo torcieron – dijo una voz rara al otro lado
de la línea.
Lo mataron, se
fue, no está. Dos meses después ni las lágrimas ni los sollozos igualan al
dolor que llevo dentro. Al dolor que cargo y no suelto porque no puedo, porque
no quiero. Por él, porque lo perdí y se llevó mi alma con él. Está conmigo, yo
con él ¿no? Al menos eso quiero creer. Yo lo sé, porque me habla, porque lo
siento, me besa por las noches y me dice que me quiere. A veces lo veo, pero
nunca me responde, me da señales pero no me da respuestas.
No me había
atrevido a ir al parque, al mismo lugar en donde siempre nos encontrábamos y
cuando finalmente lo hice bajo una noche oscura lo vi, estaba frente mío
mirándome.
- Te he estado esperando todas las noches, exactamente aquí, donde estoy parado.
Todos los días, bajo la lluvia, las estrellas, en el viento frío y helado – me
dijo con lágrimas cayendo de sus ojos por sus mejillas, de sus ojos negros y
profundos.
- TE AMO. ¿No lo entiendes? – Dijo desesperadamente – Mírame, dime algo, ¿me
escuchas?, amor… habla por favor.
- Me dejaste, te fuiste, estás muerto. Te siento, no te tengo, te necesitaba,
te necesito. ¿Por qué te fuiste? ¿Estás? Te veo pero no estás, eres falso.
Nunca me contaste que traficabas droga. Hipócrita de mierda, ¿porque te fuiste.
¡Yo te quería!
-Yo te amo – dijo sonriendo
- Pero… - dije llorando
-Pero nada, te amo y siempre te amaré. Siempre será así. No llores amor, yo
siempre estaré aquí dentro de ti, estaré cuidándote y siempre te daré el beso
de las buenas noches. ¿Me amas? – No respondí
Su mirada se
filtró por mis ojos y se instaló en mi esencia. Frio. Es lo que sentí de
repente un rayo de luz lúgubre iluminó mi cuerpo. Equivocación. Iluminó el
suyo, se lo llevaba, ahí en frente mío ante mis ojos. Se lo llevaba junto con
mi alma, con un pedazo de mí, con dolor, emoción, mi corazón y la oportunidad
de decirle ‘Te amo’.